top of page

¿Puede el desarrollo de la IA limitar nuestras capacidades comunicativas?



No cabe duda de que los avances tecnológicos evolucionan sin parangón. Para nuestra generación, hablar de lo que ha supuesto la incorporación del internet a la vida se nos hace un poco extraño. Realmente ha cambiado la forma de vida moderna, pero para nosotros, que la mayoría hemos crecido con acceso a él, si no desde pequeños desde la adolescencia, el internet es algo cotidiano.


Aún descubrimos a familiares algo más mayores asombrándose de las maravillas comunicativas de las apps actuales de mensajería instantánea o de todo lo que está accesible a un par de clics desde nuestro smartphone (y esto los que los ven con buenos ojos). Pero, ¿qué nos sorprende a nosotros?


Últimamente un término muy de moda en las RRSS es el acuñado como "millennial"; así se nos denomina a los nacidos entre 1980 y 2000 (aproximadamente, aún se discuten estas fechas). Las críticas más benévolas nos describen como nativos digitales, actitud de ubicuidad; estamos atentos a todo, conectados a todo, informados de todo. Otras más mordaces directamente nos acusan de estar demasiado apegados a la tecnología, estar perdiendo la capacidad comunicativa y de padecer FOBO (o fear of being offline). [1]

Centrémonos en la segunda de esas cuestiones: ¿estamos perdiendo capacidad comunicativa o simplemente esta está cambiando?

 

El fin de la tecnología es facilitar la vida humana. Para ello, se desarrollan dispositivos que sean capaces de realizar tareas que nosotros solemos hacer, disminuyendo el tiempo de la tarea o aumentando la precisión. En cualquier caso, las máquinas tienen una ventaja: no se cansan. Se estropean y se reparan, se cambian, se reprograman. Su desgaste se puede solventar y el nuestro no. Pero no por ello debemos sentirnos amenazados por ellas: son producto de nuestro intelecto, son objetos creados por nosotros. Debemos verlas como lo que son: herramientas.


La investigación en estos campos avanza día tras día y si hay algo que se tiene claro es que mientras más eficiente se espera que un dispositivo sea, más parecido al ser humano se trata de hacer. Aquí llegamos a la gran ambición de la ciencia: el desarrollo de Inteligencia Artificial. Contamos con innumerables ejemplos en la historia del cine y la literatura de ciencia ficción de especulación acerca de este fenómeno. Pero hoy en día no tenemos que recurrir a la ficción para encontrarlo. Cada año vemos en eventos como la Artificial Expo [2] que ha dejado de ser un sueño del ser humano para convertirse en un objetivo a nuestro alcance, factible.


Además del intelecto y de la pericia con los pulgares oponibles, lo que nos diferencia del resto de seres vivos es nuestro complejo sistema de comunicaciones. Por tanto este es un recurso a estudiar por los que intentan prosperar en este campo de la ciencia. Dos disciplinas fundamentales están relacionadas con este sector: la lingüística computacional... y la psicolingüística. La primera se encarga de aplicar sus conocimientos teóricos en un producto informático cuyo objetivo sería simular las habilidades de un hablante real; por su parte, y aquí es donde ambos terrenos colindan, si no se interconectan, estudia las habilidades del hablante-oyente real. Es decir: la psicolingüística describe y trata de explicar lo que la lingüística computacional persigue conseguir reproducir en un hablante digital. ¿Dónde nos lleva esto? A lo que ya hemos mencionado: cualquier intento de desarrollar una IA pasa por el estudio y el intento de imitación de cualidades humanas. [3]


Jordi Noguera nos hablaba en la plenaria que organizamos del llamado "homo-hybridus", supuestamente una integración de IA e inteligencia biológica superior en habilidades comunicativas al ser humano medio. Creo que estamos bastante lejos, pese a lo dicho anteriormente, de alcanzar eso. Con todo, en el artículo [4] al que hacía referencia, se hablaba de la desaparición del lenguaje tal y como lo conocemos en pos del binario de los ordenadores basado en 0 y 1, por su rapidez y eficiencia. También tenemos noticias de robots capaces de entender y aprender de sus propias acciones interactuando con otros seres inteligentes, que cuentan con un yo narrativo y cuyo lenguaje se adquiere según su experiencia individual [5], o de IA capaces de analizar e interpretar la comunicación no verbal [6].


Con todo esto sobre la mesa, nos preguntamos, ¿será cierto que es posible que nuestra capacidad comunicativa se vea mermada por estos progresos? No lo creo. El lenguaje humano tiene cientos de matices demasiado sutiles (emociones intrasferibles a palabras, música, el propio error humano como mecanismo de evolución de las lenguas) como para ser reducidos a un lenguaje binario. Todos los mecanismos de estudio y reproducción del habla humana necesitan su referente real; el lenguaje artificial per se es puro álgebra carente de intencionalidad. La síntesis por voz sigue encontrando problemas en aspectos como la sintaxis y el léxico, las ambigüedades lingüísticas (que una IA no podría resolver por contexto), la prosodia (que afecta al sentido del propio mensaje) o la coarticulación.


El lenguaje de las máquinas es a veces conocido como computernés (analogía con el maternés de las madres a los hijos: lento, entonación exagerada, sintaxis simple, vocabulario sencillo) porque eso son precisamente las máquinas comparadas con nosotros: hablantes inmaduros.


Nuestra comunicación cambia a diario: nos volvemos más visuales, nuestro vocabulario se amplía en algunos aspectos y se empobrece en otros (es un devenir natural, hay miles de palabras en desuso), la tecnología nos permite expresarnos a través de caracteres, imágenes, GIFs, notas de voz. Y pese a todo no solo no dejamos de comunicarnos sino que nos comunicamos cada día más y con más gente. Deberíamos dejar de temer las herramientas que nosotros mismos desarrollamos para nuestra comodidad y aprender a sacarles todo el partido posible.


¿La probabilidad de que se desarrolle una singularidad (posibilidad de que las máquinas nos superen en inteligencia) [7]? Vayamos paso a paso: mientras no terminemos de desarrollar completamente la IA, seguirá siendo ciencia ficción.



 

[1] Diana Oblinger, Understanding the new students, revista EDUCAUSE, (2003).

[2] https://artificialexpo.com

[3] Juan Carlos Tordera Yllescas, Puentes entre la Lingüística computacional y la Psicolingüística, Universitat de València, (2011).

[4] Antonio J. Ramirez Cañas, Inteligencia artificial: el fin del homo sapiens, LinkedIn, (2016).

[5] Universitat Pompeu Fabra (Barcelona), La convivencia hombre-robot, cada vez más cerca, (2016).

[6] Álvaro Cepero, Albert Clapés, Sergio Escalera, Automatic non-verbal communication skills analysis: A quantitive evaluation, Departament Matemàtica aplicada i Anàlisi, Universitat de Barcelona, (2014).

[7] The Singularity, BBC Radio 4.

Featured Posts
Recent Posts
Search By Tags
No hay tags aún.
Follow Us
  • Facebook Classic
  • Twitter Classic
  • Google Classic
bottom of page