Aprender a vivir en estado de viaje (diarios, I)
- M
- 20 nov 2019
- 2 Min. de lectura
Últimamente solo quiero libros fáciles de llevar, bolsas de tela y zapatos cómodos. Creo que es porque he terminado asumiendo que todo gira, y gira y yo espero que me pille al menos con las maletas hechas. Corren tiempos difíciles para las personas tierra, no podemos echar raíces.
Estoy a punto de cumplir 24 años y siento diez más encima de mis hombros. Es complicado de explicar, por eso no tengo a mucha gente contenta conmigo últimamente. Sé, pese a eso, que tengo casi 24 años, porque noto cómo se me desplazan los cimientos, ¿sabes? Estoy construyéndome y eso se siente por dentro. Se te remueven las bases en los veinte. No me parece mal, es solo que me siento unos años más cansada de lo que debería y al final de los días, tantas obras, agotan.
El caso es que he pensado que como siempre que los días pasaban demasiado rápido, debería escribirlo. No sé, para no sentir que se me escapan, por ejemplo. Voy a empezar un diario, de esos a mano, porque he encontrado un bolígrafo que me gusta y esas ocasiones, alguien que escribe no las deja pasar fácilmente. Ni que ocurriera todos los días.
¿Y qué hago, entonces, tecleando una entrada, reciclando un blog antiguo? Esforzarme el doble, supongo, en salir de mí misma. Silvia dice que tengo que intentar escuchar mi voz, dejar de esconderme, enseñarme a los demás, les guste o no. Y como ya le dije que me cuesta tanto tanto decir las cosas en voz alta, voy a escribir hasta dejar constancia de que existo. Aunque sea una existencia en construcción. Pero ya sabéis, la Odisea era el viaje, no Ítaca.
No sé cómo estoy poniendo un pie detrás de otro, pero ese era el único secreto.
Atentamente, María
Pdta: ¿Sentirse una mujer de mediana edad es pasajero?




Comentarios