Muchness (diarios, CXXIII)
- M
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¿Y si ya no soy para tanto?
Como buena Si (empezamos bien), me miro a mí misma a través de cualquier cristal, divagando e indagando sobre mis propias versiones anteriores. Todas me parecen mejor. Y sé que no lo eran. Lo sé porque he sido ellas y pese a que últimamente siento a menudo que mi vida no es mía (lo es, solo que ciertas decisiones hacen parecer que vas cuesta abajo y sin frenos cuando realmente es que al poner ciertas cosas en marcha el control es algo mucho más relativo) nunca he tenido tanto (María del futuro, ríete de mí, por favor, desde un punto mucho mejor) my shit together. Lo que ocurre es que se me daba de coña parecerlo.
Sin embargo, porque todo eso da igual, no paro de quejarme y aun así no lo termino de arreglar, me echo desesperadamente de menos. Últimamente (muy reciente, desde hace un par de meses si acaso) tengo más confianza, pero desde luego no encuentro apenas los matices que me hacen gustarme. Anoche vi una estrella de confeti y además de gritar y recogerla del suelo hice poco al respecto. Eso no es propio de mí. Quiero ser flores frescas, y lucecitas y, especialmente ahora que la ansiedad aprieta y siento en el desagüe los recuerdos y todo se mezcla y es un flujo continuo de tiempoconversacionesgestioneseimágenes que al final veo borroso como un sueño intenso, hacer-fotos-de-todo. Joder, qué mirada tenía. Lo sé, era algo que me encantaba de mí misma. Y no sé dónde carajos se ha metido. Es verdad que salvo temporadas frenéticas tenía más tiempo, y la pausa da luz a todo eso. Pero aun así, en mis vorágines contuve multitudes. Ahora parece que ya solo sé ser alguien ausente, a medio gas, que no sabe estar presente y que ha dejado de emplear sabiamente su soledad. Me aburro a mí misma.
Esto no es un pataleo y menos un hacerme de saco de boxeo. No creo que eso ayude. Es solo que como siempre soltar me viene bien y me recuerda más a las partes de mí que me gustan. A lo mejor así poquito a poco reconstruyo el camino que me lleve de vuelta a mis recovecos favoritos.
Vuelvo a recitar algunos, por si así: las adelfas, la plata y el negro, las polillas, la purpurina, el café, escribir a mano (menos mal que mi Louise-Carmen), pintar, leer, imitar a mis heroínas favoritas de series, maldecir mucho en voz alta, hornear, comer con ganas (devorar), los colgantes, los anillos, las fachadas bonitas, los cielos (LOS CIELOS), complicarme la vida sin necesidad (bueno, vale, eso lo sigo haciendo, pero para cosas mucho más aburridas), que la belleza sea una máxima en mi vida, no de un modo superficial sino con la devoción de un creyente, porque es religiosa y te deja sin aliento. Volver a ser la persona más intensa de cualquier habitación sin vergüenza ninguna. Leer poesía. Que cuando me preguntes en qué pienso, no sea la puta lista de la compra. Sino en la cadencia de las palabras, en ciertos colores, en las sombras de un cuello, en mis amores pasados, en seguir poniendo empeño en que lo que me rodea sea aunque a retales, un reflejo de mi alma.
Sea.
Atentamente mía,
(ojalá) sea,
María





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