Las ideas verdes incoloras duermen furiosamente (diarios, II)
- M
- 22 nov 2019
- 2 Min. de lectura
Al parecer todo consiste en tomar el control. Sí, no sé cómo he llegado a sintetizar de forma tan exacta lo que tanto me ha costado alcanzar. Me refiero a la estrategia, no a la meta. Esa ya llegará, pero la clave estaba, como os digo, en dejar de dejar que las cosas pasen, como si no tuviésemos ningún tipo de poder sobre nada.
No quiero ponerme muy mística, verás, pero cuentas con una dosis diaria de energía, que se te da todas las mañanas, y tienes que ver dónde invertirla, poco a poco, para llegar a la noche viva. Y hay cosas que te drenan, como el drama, como los ineptos y como la tónica, porque está asquerosa y te quita las ganas de vivir. Dejad de fabricar eso, por favor. La cuestión viene a ser que puedes elegir, normalmente, cómo y cuándo solucionar los problemas que van surgiendo. Siempre acaban siendo conflictos humanos, en última instancia, y casi todo se termina arreglando tarde o temprano. Cuando no se arregla, también.
No dejo de pensar en las últimas semanas que mi problema es que no he sabido relacionarme de un modo sano con los demás. Partamos de que me gusta gustar, caer bien. Sí, soy de esas. Y un poco por el miedo a los enfrentamientos, los desacuerdos y las discusiones, a menudo me diluyo como una cantidad demasiado pequeña de té en demasiada agua.
A lo mejor a algunos os parecía obvio ya, pero para mí no lo era. Ha tenido que venir Silvia a decirme que no tengo por qué andar de puntillas. Probablemente deje de caeros bien, ¿sabéis? Porque estoy empezando a intentar hacer las cosas como considero yo que debo hacerlas. Y tendréis que vivir con ello.
Atentamente, María
Pdta: Esta noche voy a beber vino y al teatro, no me esperéis despierta.




Comentarios