The eyes, chico (diarios, IX)
- M
- 11 feb 2020
- 1 Min. de lectura
Es febrero y hace calor, así, como signo de mal pronóstico. Como mucho puedo intentar verle el lado bueno a los vestidos de flores que han llenado los escaparates mucho antes de tiempo y probablemente, pronto, mi armario.
Mañana a estas horas creo que estaré muy alto. Literalmente, digo. Emocionalmente una nunca sabe con esto de vivir en las cosas que ocurren, las que ocurrieron, las que ocurrirán, las que podrían ocurrir y las que, aunque eso da igual, seguramente nunca ocurran, todas a la vez. Pero no quiero divagar. Las alturas. Venía yo a hablar de pisos en medio del cielo y la sensación de vértigo que ni siquiera sentí cuando salté desde un puente a trece metros del río. No me provoca nada estar suspendida ahí, arriba de la nada. La luz que entre por las ventanas, eso, eso es otro cantar.
He estado con esto un poco de lado porque he vuelto a empeorar (se supone que es cuando más debería escribir, hacer los ejercicios, comportarme, pero) y algo de Bloom llevaré dentro porque tiendo a huir siempre. Eso ya lo sabe cualquiera.
Lo que no sabría nadie que hubiese afirmado sin titubear eso es que ahora también me rajo el pecho después de dos copas de vino y de reír hasta llorar de madrugada, con las bragas puestas del revés y menos miedo de morirme porque soy capaz de decir en voz alta que a veces lo hubiera preferido.
Atentamente,
María




Comentarios