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Alt Gr y adiós (diarios, XXXV)

  • Foto del escritor: M
    M
  • 6 nov 2020
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 12 dic 2020

Abrí hace horas esta entrada de diario, y la dejé en blanco. Mientras he vuelto y yo, me he enterado de que M ya no está con nosotros. Así que había pensado cerrar este documento y dejarlo para siempre en blanco, quizá mañana hablar de él. Pero le he llorado con sus libros entre las manos, he vomitado y me he llenado de ronchas, como si mi cuerpo entero rechazase su pérdida. Una respuesta fisiológica a todas las veces que mi madre ha dicho en voz alta: pero sabíamos que iba a pasar. No, no lo sabíamos. Yo nunca lo supe. No me despedí porque creía que no iba a ocurrir, de verdad, un nuevo tratamiento, decía que le esperaban meses en esa habitación suya, con esas vistas de siempre a las ventanas artificiales. Me da igual si alguien se lo vio venir. Yo no. Yo he encontrado flores prensadas en mis páginas favoritas de sus poemarios y he leído a viva voz los de siempre.


He necesitado muchos calmantes para recuperar el control de mí misma y todavía noto la mandíbula tensa. Luego he recordado nuestras conversaciones sobre la poesía, sobre la llama del asombro, sobre la ardiente necesidad de quedar mudos para siempre. Pero también sobre los filtros de animales, porque todo empezó con un mensaje formal y siguió con tus casi órdenes sobre leer Moras agraces. Tu legado es infinito, M, pero sobre todo, te diré que estoy aquí porque tus poemas me han sentado frente al teclado, pese a que mi sistema nervioso empieza a replegarse sobre sí mismo, a dejar constancia de que te recordaré como querías: aceptando que no había nada heroico en morir, que toda la gloria residía en la vida.


Ayer fui feliz. Bebí tres copas de vino, besé, bailé, miré directamente a los ojos a los que quiero. Sonó I bet you look good on the dancefloor. Aumentó la gravedad entre dos cuerpos en la Tierra.


Gracias por la gloria de tu vida, te prometo leer en voz alta y vivir conscientemente, al menos, diez minutos al día.


Pero ahora déjame llorarte un poco más.


Atentamente, María



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