Cielo, ¿llevas autan? (diarios, XXXI)
- M
- 19 sept 2020
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No sé cuándo empezó el coche de la huída a ser lo más parecido a un refugio, aunque tampoco puedo decir que no lo predijeras. Rompe a llover allá por donde las buganvillas y el repiqueteo de las gotas sobre el techo nos hace sonreír a los dos. Lo sé aunque no esté viendo tu cara.
En el camino, mientras sonaba muy fuerte Sunbathers, me recordaba que los momentos en los que me he sentido viva, viva de verdad, son míos, solo míos y para siempre. Y entonces pisaste el acelerador y subiste más el volumen. Supongo que por eso me agarro fuerte y araño la tapicería: porque de algún modo sé que no hay un camino descafeinado, sin teína o sin alcohol contigo. Tendrán que arrancarme de aquí para que me soltara y aun así lo pelearía hasta el final.
Antes de volver a casa definitivamente aspiro fuerte el intenso olor a mojado. Que se coman mi carne los gusanos y los peces raros cuando me muera. Todavía no.
Atentamente, María.





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