top of page

Doble paréntesis (diarios, CXVI)

  • Foto del escritor: M
    M
  • 5 oct 2024
  • 2 Min. de lectura

Cuando sonrío me sale un hoyuelo en la mejilla izquierda. Cuando sonríes tú, se para el mundo. En tu comisura surgen dos pequeñas medialunas, dos ondas en el agua, un doble paréntesis. Y todo ocurre entre ellos.


Nunca han sido tus ojos, déjame que te diga. Sería demasiado fácil. Son grandes, son verdes, son almendrados. Pero es esa mirada y el modo en que, cuando me la has clavado, he sido consciente de cuántas veces he necesitado como unos labios agrietados, como una boca sedienta que me miraras así.


Sabes qué te decía, anoche, sobre saberme una fortaleza. Qué bendición, María, notar las piedras más resistentes, los muros más inexpugnables de mi ser, tambalearse. Qué alivio sentir que no soy tan fuerte, que me dejaría las uñas arañándome hasta desmoronarme para ti, para que me veas toda, abierta y sin redención. No la necesito ya.


Con todo, me gusta cómo asomas esa mirada que te digo por los huecos que vamos creando. Como una lapidación inversa, poco a poco, y no una avalancha. Así da menos miedo.


Es posible que sí que esté febril porque me releo y todo tiene un sentido un poco inconexo y como con aura onírica, pero también estoy escuchando una voz que no recordaba pero me hacía llorar y a la que ahora vamos a ir a ver de la mano, como si sin pensarlo siquiera no dejases de recordarme qué bien me sienta ser vulnerable y un poco ilegible.


Supongo que la conclusión de todo esto es que ojalá pasar esta muy probable fiebre como aquella de ese primer enero, en tu cama, enredada contigo y moviendo las manos en sueños, pero como no es el caso, te escribo y canturreo...


que el misterio de tus ojos ha turbado toda mi calma y hace nacer en mi alma una esperanza de amor.


Atentamente,


María



 
 
 

Comentarios


bottom of page