Don't embarrass me, motherfucker (diarios, CXII)
- M
- 8 jun 2024
- 2 Min. de lectura
Esta entrada se iba a llamar originalmente «sí salimos mejores». Pero supongo que maldecir va más con mi personaje (en constante evolución, por otro lado). Además es culpa de Sabrina Carpenter, qué te digo.
Me refería, concretamente, a los hijos. No hablaré de generaciones porque el temita ya me tiene confusa y harta, pero los hijos, joder, casi siempre lo hacemos. Esto tiene que ver con que esta mañana estoy reflexiva en cuanto a la amabilidad con la que los hijos de los propietarios de mi bloque de pisos nos tratamos a nosotros y a los «fundadores» de la comunidad de vecinos. Entre el hartazgo —por las disputas desde años inmemoriales entre nuestros padres; también de vivir en el conflicto— y la frescura de quien no tiene ni ganas ni tiempo que invertir en nimiedades, conformamos un heterogéneo —en edades, géneros, orientaciones sexuales y niveles de vida— grupo que solo pretende vivir en paz y que le dejen lo propio. Te abriré la puerta y te haré ese favor que me pides porque qué más da. Nos negamos a ser los herederos también de negarse hasta el saludo, de torcer el gesto por la ropa que lleva quien sale por la puerta de enfrente o por los gritos que la madre primeriza de abajo intenta no dar en vano. Así que sí. Salimos mejores. Hoy no doy el brazo a torcer. Al menos no intentamos ir con nuestra verdad incuestionable (digo después de sentenciar yo y orgullosamente declamar que no cambiaré de opinión, lol). Padres, queridos padres: don't embarrass us, motherfuckers.
Pedimos perdón más a menudo. Lo noto en todas partes: a veces por pura ansiedad y a veces de corazón, nos disculpamos. Escuchamos. Miramos menos alrededor en busca del fallo, de la presa débil sobre la que lanzar la dentellada. No es que no juzguemos (al menos no siempre en voz alta y luego nos fingimos ofendidos si nos reprenden), pero cuando pensamos un juicio, a menudo lo vemos, lo suavizamos y nos sigue un: y quién soy yo para. Viste como quieras, ama como sepas, gánate la vida como puedas y trata bien. Poco más, de poco más iba todo esto.
Soy consciente de la burbuja social que me rodea. Como los del old money saben desde dónde miran al resto y desde qué posición juegan a la cosa esta de vivir, yo sé de mi privilegio: pero también salgo de él y acudo al fango. Especialmente al barro joven al que todavía le puedes dar un consejo, al que aún se le puede suavizar la mirada si le recuerdas que todo lo que escuchan es cuestionable.
Yo venía a hablar de otra cosa, por cierto... pero me he enredado porque me he levantado un poquito optimista hoy y ya veremos dónde me lleva eso, pero necesitaba dejar constancia. ¿Lo ves, María? No siempre escribo solo cuando estoy fatal de lo mío.
A veces, una solo necesita un poco de tiempo para volver a hacer clic. Porque, decía A, lo que es de natura, tururura.
Me voy, que tengo otra entrada por escribir en el autobús...
Atentamente, María




Comentarios