every second is trying not to. (diarios, XXXVII)

[entrada de mediados de noviembre, rescatada de borradores]

Como siempre ocurre, pisas hasta el fondo el pedal y en la frenada de costumbre, la de entre dos curvas de visibilidad reducida, ahí es cuando se pierde el control.

Contruyo cottages al lado del mar y doy mis síes baratos, sin medida. Pienso en la tormenta de hoy y el frío y lo mucho que me gusta mi habitación recién recogida. Por el poco sentido de todo esto podéis mandarle una tarjeta de agradecimiento a las dos pastillas que al fin han destensado mi mandíbula a costa de diluirme la mente.

Quiero levantarme temprano para que me duelan más los pies helados, para calentar más el café y me haga daño en los dedos, para que la luz de esa hora, siempre blanca, me abra la mañana.

Escribo aquí porque no quiero volver al libro, porque me ha hecho llorar. Siempre salgo corriendo, con o sin zapatos, cuando me emociona. Silvia diría... no sé lo que diría Silvia. Estoy cansada de mi Silvia ficticia. Buscar nueva psicóloga me da tanto vértigo que aquí sigo, apretando fuerte páginas de papel y escondiendo cartas.

Ni siquiera yo tengo la menor idea.

Atentamente, María.