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flowered pattern, studded leather boots (diarios, LXVIII)

  • Foto del escritor: M
    M
  • 14 sept 2021
  • 4 Min. de lectura

O Perséfone.


La ansiedad es un estado de alarma. Sobreactiva tu cuerpo para una situación de peligro. Pero el TAG es jodido porque, para empezar, el peligro a menudo no existe. Y, en todo caso, si tuviese que depender de mis instintos en una situación donde sí estuviese en riesgo, me llevaría por delante porque me paraliza. Dicho esto, mi relación con mis ataques de ansiedad no son en absoluto como al principio. Ahora soy capaz de hablar más de ellos. Los miro a la cara, les digo que sé que van a acabar aunque en ese momento no lo parezca. No necesito agarrar el blíster y sepultarme en oscuridad (o no siempre), sino que construyo mecanismos más sanos con los que lidiar con todo lo que conlleva.


Hoy, después de dormir poco me he pasado con las tazas de café y he sido hiperproductiva. Bien por un lado porque mañana tendré menos trabajo por delante (que no poco), pero he sido una mecha corta. Al colapsar me he puesto a probar rutinas de relajación. Una de ellas consistía en recordar que no eres lo que piensas. Mentalmente, un bloc en blanco. Cada pensamiento que venga, no lo rechazas, no le huyes. Lo escribes, arrancas la hoja, la arrugas, la tiras lejos. Sin culpa, sin juicios. Ahora llueve fuerte y hay tormenta, no quiero que mi móvil me invente ruidos. Los tengo. Me anoto mentalmente, por si acaso, no olvidar mañana probar la rutina de las emociones.


Estoy triste. Hoy en realidad, aunque sea ya martes cuando escribo esto, ha sido 13. Sobrevivir al 13 de septiembre me parecía imposible. No ha sido fácil, pero he tomado buenas decisiones. Probablemente porque esta mañana miraba por la ventana y vi a una mujer que caminaba como P, mi vecina. La del horno y los bizcochos de limón. La mente me ha jugado una mala pasada, claro está. Y ese pensamiento me ha devuelto, como todas las muertes, a la de M, que hasta ahora es la que más ha arrasado mi vida. Nos acercamos al aniversario. Alguna vez R dijo que pasaban cosas cuando esa fecha estaba cerca. No lo sé. Lo que sí sé es que sigo en duelo. Nunca he sabido cómo tratar la muerte de la gente cercana a mi gente porque no sé tratar las mías. Tardo muchísimo tiempo en digerirlas, y aunque la noche en que supe de M llamé llorando a A para contárselo, lo cierto es que llevo con esto sobre mí todo este tiempo. Apenas lo hablo en voz alta, pero a veces me aplasta. En algunos momentos, simplemente, miro donde solía estar y es como asomarte de cara al vacío. Mirar a los ojos a una ausencia. La historia de mi vida. La cuestión es que sé que tampoco es solo eso. Porque no hay una constante en mis motivos. El otro día lloré porque el queso estaba muy bueno. Espero no sonar frívola; no lloraba por eso. Quiero decir que siento mi tristeza como una emoción informe en estos momentos, que adquiere las más diversas apariencias para justificarse. Ninguna es mentira y ninguna es del todo cierta. La verdad es que no sé por qué. Pero estoy triste y no puedo negarlo, y no quiero negarlo, y voy a darle al play a alguna de esas vocecillas de mi móvil que me explican cómo relacionarme conmigo misma.


Últimamente es menos difícil. Es decir, no tengo la imperiosa necesidad de evitarme a mí misma, no me distraigo para no encontrarme. Salgo al balcón después de la lluvia, miro las luces deshechas en los charcos, respiro la humedad y me escucho. También me dejo dejar mensajes sin responder. No estoy siempre disponible and you can't pour from an empty cup. Hablar conmigo en dos, tres idiomas. Hablar con K en dos, con J en el suyo. Pensar que llevo muchísimo tiempo sintiendo que estoy estancada y notar en los talones el cosquilleo del tren a punto de arrancar. Me veo fotografiando los mismos atardeceres entre las mismas fachadas día tras día y pienso: ¿y si son lo que añoro a través del metacrilato en Noruega? Como si la vida no demostrase de sobra que las bombas atómicas no avisan nunca.


Quiero aprender swing. Reservar esa habitación de hotel. Seguir bailándole en bragas a F y escuchando sus acordes mientras arruga el ceño.


Hoy las notas del móvil de una chica de IG me han hecho reservar cita con D. Echo de menos las visitas semanales a C, pero es cierto que todo este proceso va de aprender poco a poco a desengranarte sola. La autosuficiencia te da el poder de elegir en quién apoyarte.


No sabía que tuviera tantas cosas que contar. No soy una herida abierta. Pero cuando hay nubes y mucha presión, y no termina de romper, me hago nudos. Por eso creo que soy una presa. Ha habido truenos y ha llovido, y ahora el aire parece menos pesada, y yo también.


Atentamente, María



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