I just wanna keep calling your name until you come back home (diarios, XCIX)
- M
- 22 jun 2022
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 27 jun 2022
Llevo días enfadada. Ni siquiera sé exactamente contra qué arremeto.
Probablemente con aquellas palabras tuyas que no contesté porque no supe qué hacer con ellas, y a las que tú tampoco has hecho referencia, pero que me tienen con los pies clavados al suelo. Y las ganas de llorar me escalan por la garganta como una hiedra que lo consume todo y solo quiero correr. Pero no.
Con que me digas que vas a preguntarme y me quede días esperando. Con ser (¿pero cómo voy a ser yo eso?) la chica que espera al lado del teléfono.
Conmigo misma, sobre todo, por no tener los cojones de abrirte una conversación porque tengo tanto miedo de que finalmente des el portazo y que ni siquiera me queden tus vagas palabras la noche de tu cumpleaños a las que agarrarme. El clavo ardiendo que me ancla al suelo.
Luego se me pasa la rabia. A veces solo queda tristeza, a veces solo resignación. Me siento una sombra de mí misma y me sorprende el golpe tan duro en mi autopercepción que ha tenido todo esto.
No sé a qué espero para encararte. Si soy sincera conmigo misma sé que hasta que no lo haga, que hasta que no termines de destrozarme lo que queda en mí de esperanza, no podré reconstruir nada.
Pero el problema sigue siendo el mismo... No quiero abandonar mis ruinas. Llevo días sin llorar. Sin dejarme sentirte así, escociendo en todo mi cuerpo. Me echo responsabilidades a los hombros y eso me hace sentirme fuerte. Me enfado de refilón y lo uso como gasolina. Pero como la no metafórica, el precio es demasiado alto. Así que esta noche estoy aquí, al borde de las cien entradas, pensando en cómo es posible que hayas dejado de quererme. Y aunque podría enumerar una a una las razones, me resisto a comprenderlo. Porque no sé cómo se sigue sin ti. No sé cómo alejarte. Me hago daño todos los días que me impongo la férrea norma de no escribirte. Ojalá no me costara tanto. Ojalá no me dolieras tanto. Te siento hasta debajo de la piel. Y ardes.
Ha vuelto la ansiedad. Me despierta por las noches y me oprime el pecho durante el día. También he disociado. Y aunque sé que los viejos hábitos son malos, me son tan familiares que no imaginas el modo en que desaparecer como solía hacerlo me seduce.
Ya no sé qué hacer, dios mío. Solo quiero que vuelvas. No me creo ni una sola de las mentiras que me cuento para huir hacia adelante.
Y ni siquiera puedo escribirte con las cosas que me recuerdan a ti ya porque me revuelvo ante la idea de no volver a sentir tu boca.
Voy a perder la cabeza delante de tu indiferencia.
Siento mucho si decepciono a alguien. Yo tampoco pensaba que fuera así. Pero ya ves. A punto de alargar la mano a la pastilla y rezar porque haga efecto pronto y que la inconsciencia dure más esta vez.
A todos los que me dijisteis que sería más fácil poco a poco, idos a la mierda.
Atentamente,
María





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