Igual que arañas entre estrellas (diarios, CVI)

La única gente que me interesa es la que está loca, la gente que está loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo, la gente que nunca bosteza ni habla de lugares comunes, sino que arde, arde como fabulosos cohetes amarillos explotando igual que arañas entre las estrellas.

Jack Kerouac.

Una vez escribí que lo que quería (...) atravesaba el cielo como un rayo. ¿Y sabéis qué? Es solitario. Esta noche he llegado a casa casi sin aliento porque he vuelto caminando tan rápido como me llevaba el latido del corazón, ese sonido que tanto le gusta a María. El ansia de vivir me llevaba en volandas. Creo que el amor, no, no el amor, este amor, es una llama prendida dentro de mí, que soy un globo aerostático de todos los colores, iridiscente, que me eleva. Me hace recitar poemas de Raquel Lanseros como oraciones, como si rezara el rosario: invocación, propósito de enmienda.

Arranco flores amarillas de papel maché y me las llevo a casa, y pienso en cómo hacer real la teoría de las bolas de cristal porque quiero tendérselas, quiero que además de en esa última, pueda mudarse a todas, quiero abrirle las puertas de todas mis memorias bonitas, que mis refugios sean suyos para siempre.

El amor no debería ser un rayo, ni un relámpago cuyo sonido llega a destiempo y apaga las lámparas de la casa, sino que, ahora lo sé, ahora lo entiendo, se parece más a cuando empiezas a tararear una canción y alguien en la misma habitación te sigue, os pisáis los versos, armonizáis las voces, y de repente se siente en el pecho que esa canción no dejará jamás de sonar. Porque solo tiene sentido amar así si al otro lado de este amor alguien sabe lo que pones en sus manos, y vierte sobre el tuyo el suyo, se hace más grande, se derrama, lo inunda todo.

Tengo la chispa, tengo la paz, y tengo unas ganas terribles de despeinarme.

Atentamente,

María.