In a king size bed (diarios, XXXVIII)

15.07h. Dos Lorazepam. Me adormilo sobre la encimera frente al calor del horno encendido. Cocino para mi madre pero no para mí. Cuando algo no va bien en tu cabeza, una voz pequeña y autoritaria decide que no tienes derecho a llevarte nada a la boca. No tiene lógica, pero cualquier cosa que me eche al estómago la vomito porque según esa voz no me lo merezco. Y es más fuerte que el hambre. Que de todos modos tampoco está.

Tengo los dedos helados y la ventana abierta. En parte porque se tiene que secar el suelo recién fregado, en parte porque también creo que me merezco el frío. Los mecanismos son sencillos. Si es dañino, te pertenece.

Lo único que no se me retira es el sueño. Probablemente porque mi cerebro sabe que las opciones son dormir o disociar. We've seen this film before. Me escuecen los ojos, pesados, porque aunque mi organismo y yo queremos escondernos bajo el edredón, tengo que salir a la tormenta, quizá a las bombas, a las vísceras, a la destrucción mutua asegurada.

But I had it coming, didn't I?

Me gustaría rematar con uno de esos: pero hey, sigo aquí. Lo que ocurre es que es uno de esos días. Esos en los que debería abrir la libreta azul y dejar constancia. Para otras veces, si las hay. Porque cuando abro la libreta azul las otras veces nunca están aseguradas.

Por lo menos en la hoguera no me moriré de frío.

Atentamente, María