La intimidad del fonendoscopio (diarios, L)
- M
- 12 abr 2021
- 2 Min. de lectura
Yo no vengo a disculparme por llevar meses sin escribir, ya me jodería. Sigo escribiendo la putanovela, así que sin remordimientos. Además aquí solo me rindo cuentas a mí misma. Mi pequeño rincón de consciencia plena.
Me ha llamado la atención, eso sí, esa L mayúscula. Resulta que significa que he venido 50 veces a este mismo lugar, sin quemar las naves. Que viniendo de mí, ya es decir. Todavía no sé si me quedo en la ventana pequeña, me asomo a la grande o me hago otra donde no se me vea, pero de esta fortaleza cuyos muros he construido yo, piedra a piedra, no me mueve nadie por ahora.
Resulta que sigo viva. Llevo vestidos de cuadros de los 50, me pinto los labios de rojo, me corto las uñas a ras para moldear arcilla, pinto azulejos, hago tests de conducir, me gradúo la vista de pirata, madrugo, tomo más café del que debería, más vino, más cerveza, más cócteles, sigo sin fumar y mi nuevo psicólogo, D, pese a que tardamos en coincidir, no me lleva de la mano a nada. Ya no necesito se me lleve a sitios. Ahora, si acaso, me acompañan. Miro un poco hacia atrás, solo un poco, y qué vértigo pensar en lo cerca que he estado del abismo. No es que ya no camine por el filo de la navaja, pero ahora lo mismo lo hago en botas de aplastar egos que en tacones. Y despeinándome, como siempre.
Ayer la vida dio un par de mortales y terminé en un sitio en el que no me habría imaginado yo nunca. Y me pusieron las olivas de un fonendoscopio en los oídos y escuché mis latidos. Qué rápido voy. Sé que es el camino porque cuando OB (joder, OB, cuánto tiempo, ¿te acuerdas de mis primeros blogs?) me dice con una ancha sonrisa: te prometo que urgencias será como un parque de bolas, vas a pasártelo muy bien, me brillan los ojos.
Donde duela y se te erice la piel a la vez, ahí es. Sobre lo que duela y te erice la piel a la vez, escribe.
Atentamente, María





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