los hilos de las telas de mi vida (diarios, XXXIX)

M
4 ene 2021
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Qué dedos los mueven. Dos Lorazepam, un Diazepam, una cerveza. No me vais a hablar a mí de malas decisiones, eso por descontado. Ya lo sé.

De alguna forma que todavía no he descifrado mañana tengo que levantarme a las 6 am y convertirme en una niña de 12 años con un vestido azul y un lazo, feliz y reluciente. Creo que lo único que tenemos en común es ese ansia por salir por la ventana sin mirar atrás.

Mi estado de humor es una montaña rusa vieja y oxidada, un vagón que chirría mientras sube y parece a punto de descarrilar en la bajada. Preparo patatas en el microondas para un almuerzo que mañana tampoco me comeré. Me han salido dos herpes. Podría llorar y gritar de ira y tristeza y resignación y decepción y desesperación al mismo tiempo. Puedo sentirlo todo. Por eso no, yo no acepto que algunas cosas se acaben. Y hace demasiado poco que he visto mi mundo arder como para pulsar yo misma el botón detonador.

Ojalá la vida dejase de empujarme hasta que me cayese porque lo cierto es que cuando cierre la puerta de la habitación después de estos días, no estoy segura de que vaya a volver a abrirse.

Recordáis lo que digo a menudo de sé que me estoy ahogando, pero al menos, logro mantener fuera la cabeza; así que, por favor, no vengas tú a hacer olas. Bien. Pues dos manos me cogen de la nuca y me sumergen bajo el agua.

A ver si esta vez, cuando me esté ahogando, no pueda respirar de verdad. Not clean, never ever clean. Just floaded.

Mientras tanto, en un rincón oscuro donde no llega la luz, en mi cabeza, pastel de cumpleaños, historias, otoño.

Id amontonando la leña, puedo sentir las llamas en mis pies.

En mi funeral me gustaría que pusieseis esta BSO: