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¿No te destroza, amor mío, esta silenciosa danza? (diarios, XCI)

  • Foto del escritor: M
    M
  • 20 may 2022
  • 2 Min. de lectura

Cómo se puede tener el corazón tan roto. Me siento delante, lo miro. A veces extiendo los dedos y me atrevo a rozarlo. Ni se inmuta. Solo se estremece cuando una canción resuena en tus graves o me atrevo a decirte que te echo de menos.

La verdad es que mis buenas intenciones se quedaron en eso. Estoy en un estado extraño en el que ni me autodestruyo ni cuido de mí. Alguien sabio, no sé, R, diría algo así como que eso es un avance. Pero sigo sin querer avanzar. Me esfuerzo porque nadie lo vea en mis sonrisas, pero puse en pausa la vida desde que caminé en dirección opuesta a ti aquella noche en que te dije que prefería que no me acompañases porque todo el tiempo pensaría que era la última vez. Lol. Probablemente te preguntaras por qué carajos tenías que haber salido (y en consecuencia ahora tenías que romper) con alguien que dice esas cosas en voz alta. Lo poco que dije.

Te cuido como puedo entre mis vallas blancas, sin acercarme. Hablando de proximidad. Qué cansancio. La gente intenta acercarse. No entiendo muy bien por qué, yo me siento un cartel de neón que grita ¡PIÉRDETE!, pero supongo que estará escrito en alemán, que suena más agresivo pero nadie entiende.


Los días son una corriente de agua rápida. Las tareas son piedras esparcidas en las que coloco los pies para atravesarla. No sé si lo has notado, pero no hago más que caerme y calarme hasta los huesos.


Tú eres el agua. Del que huyo, al que voy, en el que caigo. Ya sabes, el remedio contra el agua es más agua todavía.


Atentamente,


María


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