top of page

Pero sigues siendo el rey (diarios, XCII)

  • Foto del escritor: M
    M
  • 27 may 2022
  • 2 Min. de lectura

Estoy en (la puerta de) La puerta amarilla escribiendo esto. Hace brisilla y me baila el vestido de flores y pienso que estoy a gusto. Llevo todo el día temiendo este momento porque no quiero hablar de ello con D. He pensado decirle precisamente que no quiero hablarlo todavía. Soy de procesar a destiempo. Aún no.


Me siento (más o menos) en mi piel. Con sus incomodidades y sus anexos, pero. Eso no quita, por supuesto, este echarte de menos que me cubre como un manto bordado día y noche. Supongo que forma parte de esa piel que decía, también.


Pienso en la expresión extrañar. Que no tiene que ver con echar de menos, sino con notar la falta de algo. Como cuando duermes fuera de casa. Llevo durmiendo fuera de casa casi cuatro semanas. Ya no recuerdo la textura exacta de mi almohada, pero tampoco creo que nunca me acostumbre a la nueva.


Se me ha agotado la incombustibilidad. Ya no prendo. Pero mañana lo volveré a intentar. No había otro método.


***


Al final sí que hablé de ti. De lo que te echo de menos y lo triste que estoy. Pensé que sabía encajar los golpes sentada en ese sillón donde puedo hablar de lo que no se cuenta.


***


Anoche estaba contenta. He conseguido trabajo y sentía ganas de celebrarlo. Había quedado con M para repasar texto y bebimos margaritas, tequila, comimos tacos. Cantamos rancheras en el coche. ¿Sabes qué canción sonó la primera en el aleatorio? El rey.


He conseguido trabajo en el bar que hace que cruce el parque donde me rompiste el corazón cada vez que vaya, así que empiezo a sonreír cínicamente con estos sarcasmos vitales.


No tienes trono ni reina, ni nadie que te comprenda, dice la canción. Yo puse La reina, que es la respuesta a esa canción. Aunque sigas siendo el rey, te quedaste sin la reina. También dice «y juré y juré y juré que ningún hombre volverá a ponerme triste». Es verdad a medias, porque si no dejo de estarlo no puedo volver a ponerme.


Como si haberme reído anoche, como si el precio de haber olvidado lo que me dueles fuera ese, hoy tengo un nudo en el pecho que no me deja hablar. Veo Outlander, practico caligrafía y te lloro. Y me siento imbécil, lo cual empieza a ser costumbre. Porque me encuentro contigo por casualidad y se me caen las armas al suelo. Y tú no entiendes que me ponga nerviosa. «Sigo siendo yo». Pues por eso mismo, F. Probablemente porque eres la única persona que conozco que puede hacerme sentir viva ahora mismo.


Atentamente,


María



ree

 
 
 

Comentarios


bottom of page