que cada segundo pese como plomo (diarios, XLVI)
- M
- 24 ene 2021
- 3 Min. de lectura
Justo eso esperaba de este fin de semana donde, para sorpresa de todos, no he abierto el libro de AEOL. Pero no.
Recuerdo que a eso de los 16 mencionaba mucho la palabra certeza. Hay muchas cosas por las que miro con cierta pena a esa niña que fui, y es una de ellas. Yo todavía creía en ciertas cosas y, aún hoy, me descubro dando cosas por sentado como si la vida no se esforzase en demostrarme continuamente que aquí no hay espacio para esa memez.
Me lees. También me paralizas en medio de la calle cuando yo leo eso en un mensaje.
Supongo que te pinto por la misma razón por la que te escribo, al fin y al cabo. Porque he vuelto a equivocarme. No, resulta que echar de menos no es estéril, si no a cuento de qué estaría tecleando aquí. Echarte de menos hace que te escriba, hace que te dibuje, hace que te cree de todas las formas en las que no te tengo. Espero que eso responda tu pregunta. Si me lees. Si no escuece demasiado.
Y ahora estoy aquí, sentada sobre la incertidumbre con el portátil en el regazo, sin tener ni idea qué han sido este par de días pasados, con la sensación de irrealidad de un domingo por la noche.
Creo que Tom Rosenthal diría I don't know where we are in the grand scheme of things, but I just wanna be hugging you tonight.
Mientras tanto suenan canciones de The lumineers y Ghost, se reproducen capítulos de DW donde Clara y el Doctor siguen reconfortándome y sobrevivo.
Mi app para la ansiedad me habla desde los auriculares; hacemos un ejercicio: imaginamos que el hilo por donde camino, que se tambalea, cada vez que exhalo se ensancha un poco. Un poco más. Ahora caben ambos pies. Se hace más estable. Es un tablón de madera. Luego una pasarela. Y al final es suelo firme, ancho y vasto, y puedo correr y he dejado de contener la respiración. Sobrevivo todo el tiempo. Solo eso. Pero cada segundo no pesa como el plomo.
Y pienso en que mañana, a las 18.30h según mi nueva agenda, tengo clase de nuevo. Sigo teniendo ganas de coger el volante, el control, perderme y llegar lejos y mal y cansada. Pero siempre he querido verte en el asiento de copiloto, ¿sabes? Este y cualquier verano.
Detesto a Neruda casi visceralmente, pero a los 13 me compré en una feria del libro de la playa sus famosos poemas de amor. Y todavía pienso, pienso, pienso: Tú. Tú me responderás hasta el último grito.
Y piso el acelerador hasta el fondo porque esta calle es la calle es la calle es la calle es la calle es la calle es la calle y me estrello contra el muro que no es muro que es final que no es final que es muro que no es muro que es final qué es qué es qué es esto no sé estamos sentados en un banco está lloviendo y no me importa yo solo quería conducir porque pensaba que tendría que dar marcha atrás no pasa nada si es una calle sin salida no es necesario que respetes la regla de los 15m puedes ir todo lo que necesitas vete huye corre todo lo rápido que puedas en dirección contraria a este dolor pero el airbag ha saltado porque he ido hacia adelante y has subido el volumen a la música y ahora tengo los oídos taponados por el golpe pero a lo mejor hay otra cosa al otro lado de este muro y este vals.
Atentamente, María
Pdta: hoy fui a caminar por el campo y, al salir por otro camino, me giré al reconocerlo. Nunca había ido a pie y de día por el lugar de las buganvillas. Ellas también te echan de menos. Las he oído decirlo.





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