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Tacto, caminar por cornisas, vivir de puntillas (diarios, LXV)

  • Foto del escritor: M
    M
  • 29 ago 2021
  • 2 Min. de lectura

Abro un documento de Word y escribo la historia de los dedos, de las manos, de los roces a lo largo de los años. No la termino porque necesitaría décadas solo para el siguiente párrafo. Pero me la quedo, para mí, lo nunca dicho.


Echo la mirada hacia atrás a la semana y me pregunto cómo la he sorteado si ya el lunes estaba derrotada sin haber desenvainado la espada todavía. Ahora es domingo y me abrazo las rodillas sobre la cama, miro a todo el mundo desplegar sus septiembres como si el verano hubiera sido distinto para todos nosotros. A lo mejor sí. Me repito que sé desde hace mucho que cada uno tiene sus ritmos, pero a la vista está que repetirlo mentalmente no sirve de nada.


¿No es agosto un mes irreal? Pese a todos mis desastres me tranquiliza que acabe, tengo la sensación de que puedo dar portazos en narices sin miedo alguno. No preguntéis, ¿eh? Es que se acabó el verano. Hay que limpiarlo todo, de polvo y de gilipolleces.


Estoy hastiada de caminar al borde y aun así sentir que, o bien caer no es para tanto, o que no me importaría hacerlo.


¿Tenéis a veces la sensación de que no formáis parte de nada? No como antes, al menos. Como si el tejido de las relaciones humanas fuese cada vez más complejo, extenso... y frágil. Puedo borrarlo todo. Y todo se me queda en la piel como cicatrices.


Si de esta noche al lunes me he tirado al vacío... ojalá grite con todo el aire de mis pulmones y me sienta viva. Ojalá pueda quitarme los meses de verano de la cabeza, como un mal sueño, como una nube enredada en las antenas.


Creo que he abierto la puerta al mundo durante demasiados días seguidos y estoy harta de escucharos, ni siquiera mi cabeza me da tanto ruido. Fuck... y'all... forever.


So shame on me now.


Atentamente, María



ree



 
 
 

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