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the kind of heartbreak time could never mend (diarios, XL)

  • Foto del escritor: M
    M
  • 8 ene 2021
  • 2 Min. de lectura

Hoy he conseguido perdonarme por comer. He leído un libro completo, he horneado galletas (que no son para mí, por descontado) y tengo el Word abierto y la libreta también. Me he lavado el pelo, llevo un pijama nuevo y solo he llorado un ratito. No, no estoy mejor. Solo a veces respiro.


También sé que se avecina, que ya es, un fin de semana largo, solitario, triste. Levanto muros a mi alrededor gruesos, impenetrables. You gotta leave before you get left. Intento concentrarme en las manos que me tienden S y R, casi siempre los únicos hilos que me atan con fuerza a la tierra.


Veo guiños en todas partes, los hago ladrillos de los paredes de esta casa que no es una casa sino que es un búnker que no es un refugio sino que es un botón de pausa en la caída. La caída que no cesa nunca.


No decente, pero razonable.


Visto en escala de grises y pienso en cuando F me veía de lejos y me escribía lo mucho que le gustaba eso.


También pienso en corazones blancos, les bi honest. La cinematográfica de las chicas bomba bajo la lluvia.


Suena el principio de Hide and Seek en repetición: where are we? where the hell is going on?


Suena tan fuerte Cornelia Street. Tan, tan fuerte. Subo el volumen hasta que me estallan los tímpanos con la esperanza de no volver a escuchar All too well nunca jamás.


Un eco lejano y constante: feet touching feet.


(Siento las notas sin sentido, es difícil poner en orden mi cabeza últimamente).


Mi día de Reyes empezó con un rosconcito, mi primer desayuno en muchos días. Después de eso, como no podría ser de otra forma en mi línea de acontecimientos, fui a un funeral. El dolor sobrepasaba el aforo; no se cabía en una habitación enorme con cinco personas. He ido a dos desde que perdí a M. Sigo llorándole a él en lugar de a cualquier otro muerto. A veces me siento culpable por querer desaparecer. Creo que es injusto para él. Querer morirte por desear querer morirte. Ahí. Ahí es.


También hay mantas y bombones de mi hermano en una bolsa de congelar, beber agua con pajita y la luz del flexo de IKEA escondida en un frasco de agua de pintar. Y eso sí es un refugio.


Todo lo siento hostil menos tus manos frías y (esto nadie lo vio venir, por mi fobia a) algunas conversaciones telefónicas.


A veces me pregunto cómo cojones soy novelista si no encuentro continuidad ni en dos horas seguidas de mi vida.


Atentamente, María



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