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Those Windermere peaks look like a perfect place to cry (diarios, LXXVI)

  • Foto del escritor: M
    M
  • 27 dic 2021
  • 2 Min. de lectura

Lo importante lo siento en las rodillas, siempre.


Solo lloré una vez, en realidad. En la planta dos, Despertar. Todavía era el principio y no lo sabía, pero me eché a llorar porque tenía miedo. Me puse mis recién comprados auriculares inalámbricos y escuché a Serena pedirme respirar. Saqué el blíster y me tomé un Lorazepam (uno siempre en el bolsillo, no es ninguna metáfora). Y a partir de entonces he ido caminando como si la lluvia no calara.


Cala. Para sorpresa de nadie.


El último mes ha sido (es, diciembre mío, ¿no te acabas, querido?) la caída que he estado esperando. Al final aquí la tengo. Vivir con miedo y que llegue lo que te aterra. Darle la razón a la ansiedad. A ver cómo mierdas salimos de todas estas, D.


No toco el suelo, pese a todo. F está cimentado como los grandes y gloriosos edificios antiguos y me sostiene.


Pero como dije una vez, ni siquiera recuerdo dónde o cuándo, la sensación de que he tropezado y estoy en un continuo casi estrellarme contra el pavimento me persigue.


No veo la luz. Yo, que soy toda grietas y justo por ahí es por donde entra. Yo que siempre sentencio que ocurrirá lo peor mientras escondo tras mi espalda la mano que agarra la esperanza. Y estoy cansada.


Veo un par de destellos al otro lado de un muro que hoy me parece arbitrario. Pero aun así, y tímidamente, extiendo los dedos hacia ellos, porque los quiero tocar y que me lleven allí donde el bosque habla.


No tengo tiempo, ni ganas, ni fuerzas ni energías para nadie.


Me acurruco bajo la manta y mentalmente le escribo a F: take me to the lakes. I don't belong, and my beloved, neither do you.


Pero le robo tiempo al tiempo y escondo regalos. Me pido el charm de TCAE. Apunto las que me debo. Porque bueno, ya sabes.


No feeling is final.


Y no pienso faltar a ninguna batalla.


Atentamente, María



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