Vida de mi vida, si tú me querías (diarios, XCVI)
- M
- 7 jun 2022
- 2 Min. de lectura
Han pasado cinco siglos desde la última noche que lloré delante de esta pantalla. O cinco días. No sabría decirte.
Últimamente mi vida está en medio de un incendio descontrolado y a veces parece que voy a quedarme sin respiración y soltar el volante, estrellarme contra un árbol antes de caer precipicio abajo y perderme para siempre. Y luego no. Al final solo tomo más café, aprieto la mandíbula, reorganizo las horas y los días. Resulta que si no es para llorarte a ti no tengo lágrimas.
Cuatro exámenes, más el teórico del coche, más dos trabajos, más el gimnasio resulta que no es factible. Tal vez lo fue alguna vez. Pero desde luego este junio horrible y caluroso, heredero de mayo, no. Tengo el corazón hecho pedazos.
Hago malabares con esos añicos y piso peldaños de un día a otro, sin que se caiga del todo pero nunca en equilibrio.
Me sorprendo a mí misma derrotando dragones con forma de ansiedad en el bar, mientras cojo comandas y no salgo corriendo. Pero también bebo ginebra un lunes noche.
Ahora estoy a punto de ir por la melatonina, porque el estado de consciencia a ratos es insoportable.
Hoy solo tengo dudas pesando en el pecho y me siento desértica por dentro. Hace demasiado que no fluyes dentro de mí con tus palabras.
Le cuento a R 3/4 que pienso en el siguiente tatuaje, una mano que sostiene un corazón en llamas. Me habla de Vetusta, claro. Y se me clava el: ven y préndelo.
Solo suenan canciones tristes, solo eso. Hoy subrayaba apuntes mientras sonaba una playlist que te hice y nunca escuchaste.
Qué extraño es todo. Esta tarde de camino a la biblioteca no podía dejar de pensar en tus manos. En lo alienígena que me resulta no entrelazar mis dedos con los tuyos. Supongo que me queda esto, ¿sabes? Además de una vida en la que hay que coger aire para sumergirte en la vorágine, cuando llega la calma de la noche y el calor da un respiro, aunque esté sola y triste, me queda todo este amor, que es para ti pero también es mío, que sale de mí y pese a que no puede hacer nada más que desbordarlo todo porque nadie abre sus brazos para recibirlo, existe.
Atentamente,
María





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