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You were my crown. Now I'm in exile, seein' you out (diarios, LXXXI)

  • Foto del escritor: M
    M
  • 29 abr 2022
  • 2 Min. de lectura

Y todavía seguía pensando que podía ponerle horarios a la tristeza. Hostia, tú. Me sorprende lo ingenua que puedo llegar a ser. Hoy no hay llantos nocturnos. Me desperté y lloré.


El resto del día me lo he pasado siendo la cínica de mierda que hay en las mejores familias. Y mi cerebro se ha tropezado consigo mismo y han tenido que cubrirme las espaldas. Pero ni siquiera se me ha acelerado el corazón cuando he visto que había metido la pata. Quizá eso es de lo que vengo a hablar.


No tengo ansiedad. Ni rastro. Ni siquiera de la justificada (por eso he notado su ausencia). Estaba al frío de la noche esperando a I mirando el tráfico cuando he pensado que tiene sentido porque mi ansiedad siempre espera lo peor. Así que ya está. Ha ocurrido. Yo no tengo que discutirle que lo que dice es mentira y ella, por suerte, no me suelta un: te lo dije. Lo bueno del fondo es eso. Cuando estás de lodo hasta las rodillas ya qué más da.


En la cama, auriculares puestos, un programa sobre manejar la tristeza y el catastrofismo. ¿Y qué? Me pregunta una voz en mis oídos. No funcionó, claro. Me he reiniciado la historia para dormir sobre el tren nocturno unas tres veces esta noche. Mi salvación de siempre, la huida.


Hoy me siento aletargada. Pienso en ti más o menos cada 15 segundos.


Mi entrada de ayer ha subido las estadísticas del blog un 778%. Da igual. No escribo para ellos. Tampoco para ti. Es decir, hablo en segunda persona, te escribo a ti. Pero aquí siempre escribo para mí porque escribir para ti, que no, no me responderás hasta el último grito, sería como tirar cartas al fuego. Que por otro lado, claro, suena tan a mí.


Dos cafés, un litro de té frío de limón, un huevo duro. Mi inquebrantable disciplina reluce cuando se trata de castigarme. Nunca la veo tan fuerte como cuando quiero hacerme daño.


Me aprieto las correas de los horarios para los días que vienen. Hoy mismo he dado por hecho que el viernes que viene seguiré viva.


Escribo para no diluirme. Soy flores y hojas de tila seca, en una caja de metal, esperando un par de rodajas de manzana, miel, pasiflora en gotas y un chorrito de limón. Para ocasiones especiales. Voy a creer que un corazón roto es una de esas.


Atentamente,


María



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